viernes, 24 de octubre de 2008

Palabras de Consuelo: Comprendiendo La Muerte

La vida del hombre es como la hierba; brota como una flor silvestre: tan pronto la azota el viento, deja de existir, y nadie vuelve a saber de ella.

Salmo 103:15-16

"Si hacemos un recorrido a través de la Biblia, notamos que el concepto de la muerte y de lo que viene después de ella no es invariable. Al contrario: se puede ver una evolución en esas ideas. El pueblo de Dios fue descubriendo de a poco nuevos conocimientos acerca del tema.
Recordemos: el primer credo del pueblo de Dios era la alabanza por haber sido librados de la esclavitud de Egipto: "Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación" Éxodo 15:1-2.
La primera experiencia del pueblo de Dios con su Dios fue la experiencia de la liberación. La meta primordial de Israel era llegar a la tierra que Dios le había prometido. Aquellos que llegaran a tener parte de la tierra prometida y descendencia podrían morir en paz sabiendo que sus nombres no se perderían. Quien moría sin dejar descendientes sabía que moría sin esperanza, destinado al olvido para siempre. Todas las expectativas se concentraban en esta vida.
El mayor deseo era vivir una vida larga, ver cómo nacían y crecían los hijos y los nietos, observar cómo el trabajo de toda una vida daba frutos. Si este deseo se cumplía era posible morir "anciano y lleno de años", satisfecho de la vida".

Nadie que esté muerto puede acordarse de ti. ¿Quién podrá alabarte en el sepulcro?

Salmo 6:5

"En tiempos antiguos el pueblo de Dios esperaba las bondades de Dios sólo en el marco de esta vida terrena. Si Dios quería conceder algo bueno a una persona, tenía que concedérselo mientras esta vivía. Se entendía a Dios como Dios de los vivientes; y su poder y su fuerza se limitaban a la vida. Una vida larga y plena era señal de la bendición divina. Y la relación con Dios sólo existía mientras duraba esa vida.
Por eso los hombres de aquel tiempo sufrían conociendo la limitación de sus días: "Me has dado una vida muy corta; no es nada mi vida delante de ti. Todo hombre dura lo que un suspiro. Todo hombre pasa como una sombra. De nada le sirve amontonar riquezas pues no sabe quién se quedará con ellas" (Salmo 39:5-6).
El ser humano se preocupa por muchísimas cosas, pero al final tiene que irse. ¡Qué relativo es, en realidad, todo lo que parece importante! Pues con la muerte todo se termina. Llega la hora de la muerte y hay que dejarlo todo: la familia, los bienes y también al Dios de la vida. Morir es bajar a un lugar donde ya no se lo conoce a Dios.
El pueblo de Dios veía por un lado a Dios, y por otro el reino de la muerte, como cosas totalmente separadas una de otra. Por eso el salmista grita: "Soy como los que han muerto en combate... como los que han perdido tu protección, y ya han sido olvidados por ti. ¿Acaso harás milagros por los muertos?"(Salmo 88:5-10)."

¡Tu amor vale más que la vida! Con mis labios te alabaré.

Salmo 63:3

"Los más antiguos testimonios del Antiguo Testamento con respecto a la muerte hablan de un Dios que durante la vida colma de bendiciones a los seres humanos, pero que al morir éstos se separa radicalmente de ellos. La muerte era precisamente eso: estar aislado de todo, incluso de Dios.
Pero poco a poco, la fe va descubriendo también ese país desconocido. Poco a poco se impone un conocimiento nuevo: si es Dios el que decide sobre el comienzo de una vida, también es el que determina su fin. Si Dios es el único Dios, entonces el reino de la muerte no es algo aparte. Entonces la muerte no es un reinado en el cual Dios no puede actuar. Se abre la posibilidad de encomendarse, en el último momento, a ese Dios que ha dado la vida.
El tener que irse de este mundo sigue siendo lo más difícil, pero poco a poco se impone la certidumbre de que Dios no abandona jamás a los suyos: "Por todos lados me has rodeado, tienes puesta tu mano sobre mí. Si subo a las alturas, allí estás tú, si bajo a los abismos de la muerte, allí también estás" (Salmo 139:5-8).
Si antes la vida era considerada como el don máximo, porque sólo en ella se muestra la bondad de Dios, ahora se impone la idea de que hay algo que es aún mejor que la vida, siempre tan corta, algo que permanece aunque la vida se termine: "Tu amor vale más que la vida"."

Todo mi ser se consume, pero Dios es mi herencia eterna y el que sostiene mi corazón.

Salmo 73:26

Este Salmo es la queja de un hombre justo que trata de conducirse de acuerdo con los mandamientos de Dios. En ese afán se encuentra rodeado con hombres que "con toda tranquilidad aumentan riquezas" mientras él se siente golpeado y castigado por vivir un estilo de vida diferente. Y le surge la pregunta:"¿De qué me sirve tener limpio el corazón y limpiarme las manos de toda maldad?" ¡No vale la pena ser justo, si todos aquellos que no lo son prosperan , están llenos de salud, no han sufrido penas humanas ni han estado en apuros! Ésta es una viejísima tentación para la fe del justo: el que trata de hacer el bien, sufre; y al que no le importa nada le va bien.
¿Qué solución encuentra el salmista? "Sólo cuando entré en el santuario de Dios comprendí a donde van a parar ellos". Comprendió el final de aquellos que en su vida actúan como si no hubiera Dios. Comprendió que Dios "los ha puesto en lugares resbaladizos". A pesar de su seguridad y orgullo, el injusto no perdura. Su final está decidido. Cuando el salmista comprende esto, su queja se transforma en alabanza "Siempre a tu lado yo estaré, de la mano derecha me tomaste. Con tu consejo tu me irás guiando hasta llevarme a la gloria contigo." En medio de la experiencia de la tentación se siente guiado por Dios. Sabe que quedará unido a Dios en la vida y en la muerte. Ése es el fundamento inamovible y perdurable para su existencia.

Tus muertos volverán a vivir, sus cadáveres resucitarán.

Isaías 26:19

"Vimos cómo poco a poco el pueblo de Dios ha llegado a la certidumbre de que la muerte no puede destruir la relación de Dios con sus hijos. En ninguna parte del Antiguo Testamento esta esperanza es tratada en extenso, con lujo de detalles. En ninguna parte se dice que el alma o el espíritu del ser humano sean eternos. No encontramos una separación entre el cuerpo que se corrompe, y el alma que es eterna.
Si Dios nos conoce y tiene una idea de nuestra personalidad individual aun antes de haber sido formados en el vientre de nuestra madre (ver Salmo 139:13-16), también nos conoce y guarda nuestra personalidad en su mente aún cuando hayamos desaparecido. Desde allí sólo un pequeño paso a la certeza de que " el Señor destruirá la muerte, secará las lágrimas de los ojos de todos" (Isaías 25:8); y "tus muertos sí volverán a vivir, sus cadáveres resucitarán". Es decir: con la fe en Dios que ha creado todas las cosas sin necesitar de un material (creación de la nada) surge la fe de que Dios puede volver a hacer una nueva creación, aún cuando nuestros cuerpos hayan desaparecido.
La fe en Dios ha ido avanzando poco a poco. Meditando acerca de quién es Dios, el pueblo de Dios ha ido abarcando cada vez más terreno. Fue un proceso que duró siglos. Nos encontramos, con estos últimos testimonios, en los límites del Antiguo Testamento."

¿Dónde está, oh muerte tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte tu aguijón?

1Corintios 15:55

"Lo que hasta ahora dijimos podría dar la impresión que la esperanza que va más allá de la muerte sea meramente un producto de la meditación del ser humano respecto a la muerte; una expresión de deseo de que con la muerte no se acabe todo.
Así sería si el Nuevo Testamento no nos hablara de la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesús es la garantía de que todas las promesas de Dios no son meramente palabras huecas. Dios ha obrado en Jesucristo y no lo ha dejado en la muerte.
El la primera carta a los Corintios, Pablo interpreta la muerte de Jesús como algo que ha sucedido para todos nosotros. Jesús llevó consigo a la muerte todo lo que nos separa de Dios, todo pecado, toda, rebelión. Ha muerto como a nosotros nos tocará morir. pero Dios lo resucitó. Es decir que la muerte no tuvo el poder de atraparlo y detenerlo. Jesús ha vencido a la muerte. Él es más fuerte que la muerte. Por eso la muerte está vencida; la muerte está muerta desde que hay alguien que es más fuerte que ella.
Sólo porque Dios resucitó a Cristo podemos hablar de una esperanza cuando damos sepultura a una persona. Si no, nuestras palabras serían"consuelo de tontos". Si bien la muerte nos tocará a todos nosotros, no tiene la última palabra. La última palabra la tiene Dios. Y es su promesa de que nosotros también tendremos parte en la resurrección."

Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama, aún está muerto.

1 Juan 3:14

"Para el Nuevo Testamento, morir no es solamente dejar de respirar. Juan insiste en que la muerte puede empezar mucho antes. Podemos estar vivos y estar muertos al mismo tiempo. ¿En qué sentido?...
Somos personas de los más diversos trasfondos y situaciones. Vivimos en la ciudad o en el campo, somos jóvenes o ancianos. Pero tenemos una cosa en común: todos necesitamos de la comunicación con los demás, necesitamos hablar y escuchar, intercambiar ideas. Sin esa posibilidad de comunicarnos nuestra vida no sería vida. Así que "vivir" es poder relacionarse con otros.
En ese mismo sentido el evangelista Juan entiende la palabra "vida eterna". No se refiere a la vida en el más allá. "Vida eterna" es algo que podemos tener ahora mismo. Es una vida que está caracterizada por tener una relación con Dios: escuchar lo que dice y responderle.
Jesucristo nos libera para amar y aceptar al otro y no para amarnos a nosotros mismos. Una vida que no conoce esa comunicación con Dios y con el prójimo está atrofiada en un sentido. Tal vez no nos demos cuenta, pero nos falta algo esencial. Una vida que no gira sólo alrededor de sí misma, sino que está abierta a los demás es una señal de la presencia de Jesucristo."

Por Karin Krug de Schnell. Lecturas Diarias 1993. Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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