martes, 13 de octubre de 2009

Rafael Arnáiz sube a los altares

El Papa Benedicto XVI proclamará hoy santo al beato Rafael Arnáiz Barón (Burgos, 1911-Dueñas, 1938), junto al gerundense Francisco Coll Guitart (1812-1875) y otros tres beatos de nacionalidades belga, polaca y francesa, en una solemne ceremonia que se celebrará en la plaza de San Pedro del Vaticano, y en la que participarán miles de fieles, muchos de ellos españoles. La representación palentina también será muy numerosa (en torno a 850 personas), en una jornada de octubre que resultará inolvidable para toda la comunidad religiosa del monasterio cisterciense de la Trapa.
Pero cuando el Papa Benedicto XVI confirme hoy la santidad del Hermano Rafael, tres monjes cistercienses de San Isidro de Dueñas se sentirán especialmente gozosos. Ellos son los únicos religiosos que conocieron y vivieron en la abadía cisterciense junto a este joven burgalés que no llegó más que a ser oblato de la comunidad, es decir la categoría inferior, porque su muerte a los 27 años frustró su vocación. No obstante, en estas casi tres décadas de vida vivió unas experiencias, fuera y dentro del monasterio, que reflejó en sus escritos, fundamentalmente cartas, cuyo contenido justifican la elevación a los altares que hoy se consumará en la plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano.
Rafael Arnáiz Barón nació en una familia burgalesa acomodada, con parientes próximos con título nobiliario. Con su familia se trasladó de niño a Oviedo, desde donde saltó a Madrid para estudiar Arquitectura. Tenía dotes para el dibujo y la pintura, como se evidencia en su obra pictórica, que se conserva en gran parte en el monasterio eldanense. Fueron unos tíos que residían en Ávila, los duques de Maqueda, los que le infundieron el amor por San Isidro de Dueñas, adonde llegó para tener un primer contacto en septiembre de 1930, dejando constancia de este encuentro con los monjes en su conocido texto 'Impresiones de la Trapa', escrito un año después. Pero no fue hasta el 15 de enero de 1934 cuando ingresó como novicio en el monasterio. Sin embargo, la enfermedad que padecía, la diabetes, le obligo a salir en dos ocasiones para que se curara en casa. Pero su fidelidad a la vocación cisterciense le llevaba a regresar al monasterio, hasta que el 26 de abril de 1938 falleció en la enfermería, en la celda que ahora tiene el número 2.
Enfermo de diabetes
¿Qué monasterio conoció Rafael Arnáiz? Un edificio algo distinto al actual. Los escenarios de su vida en San Isidro se mantienen básicamente, aunque remodelados por el paso del tiempo y las obras necesarias para adaptarse a las distintas necesidades de la comunidad religiosa. Los dos claustros de la Abadía continúan siendo testigos de las meditaciones de los monjes. El claustro de la Inmaculada, llamado así por la imagen de la Virgen que se levanta sobre un pilar en la zona central, es en la actualidad un jardín ordenado, cuando entonces estaba ocupado por unos elevados árboles, algunos abetos. Las dos alas del claustro que se conservan tienen los arcos descubiertos, aunque cuando vivió allí el joven Rafael estaban tapiadas, y el interior se destinaba al almacén de la chocolatería. Eran los tiempos en que el chocolate lo elaboraban los monjes intramuros, antes de que construyeran la actual fábrica, en 1964, que venderían cuatro años después.
El patio del segundo claustro, el procesional, es el que más ha cambiado su fisonomía. Cuando llegó el joven estudiante de Arquitectura al monasterio, allí se ubicaba el cementerio, con las cruces que recordaban a los religiosos fallecidos desde 1891, fecha en la que los monjes trapenses de Santa María del Desierto de Francia ocuparon la antigua abadía benedictina, abandonada desde la desamortización de Mendizábal, en 1835. Aquel camposanto que conoció Rafael ha sido removido y transformado en otro diferente, con un moderno diseño que lleva la firma del arquitecto Leopoldo Arnáiz, sobrino carnal del nuevo santo que desde su estudio en Madrid colabora con los religiosos en todas las reformas del monasterio. También lleva su firma la capilla del beato Rafael, anexa a la iglesia, donde se conservan sus restos y que se estrenó después de la beatificación, acto presidido por Juan Pablo II, que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1992 en la misma plaza del Vaticano donde hoy será proclamado santo.
En el ala oeste del claustro procesional se conserva la hornacina donde reposaron los restos del santo cuando fueron exhumados del cementerio al iniciarse el proceso de beatificación. La exhumación se produjo el 18 de noviembre de 1965, cuatro años después de iniciarse el proceso. En este emplazamiento permaneció el cuerpo del hermano Rafael hasta el 13 de noviembre de 1972, fecha en la que fueron trasladados a la iglesia, a otra hornacina ubicada en la nave del Evangelio, junto a la puerta de acceso a la iglesia para los fieles. Desde allí pasaron en 1992 a la capilla. La hornacina del claustro está ocupada ahora por una talla que representa a la Piedad. La de la iglesia permanece vacía.
El refectorio
El refectorio del monasterio se mantiene en el mismo emplazamiento, aunque con aspecto diferente por las reformas. Dos de los espacios que mejor se conservan de la época del hermano Rafael son las escaleras, tanto la noble de piedra -la principal del edificio- como la de madera que daba acceso al noviciado, de una madera que chirría todavía con su uso.
El noviciado, en la planta superior del edificio, sí ha sufrido una gran transformación fruto de las necesidades que desde entonces han exigido las dependencias donde se han formado las últimas generaciones de monjes. En el antiguo noviciado había un pequeño oratorio, ahora inutilizado, desde el que el joven Rafael, junto con el resto de los novicios, escuchaba los actos litúrgicos de la Iglesia. Un balcón da acceso a la parte superior de la nave de la Epístola.
La iglesia también ha sufrido alguna transformación. La más importante es la desaparición en 1967, fruto de las conclusiones del Concilio Vaticano II, del coro de los hermanos, los religiosos que no son sacerdotes. Desde entonces, los monjes, hayan profesado o no, comparten el mismo coro.
A los pies de la nave de la Epístola se construyó la capilla donde reposan los restos del nuevo santo, según un diseño del arquitecto Leopoldo Arnáiz. El sepulcro se ve desde la iglesia para que los cistercienses puedan rezar al santo a la vez que los fieles, que acceden al recinto desde la explanada exterior del monasterio. Un óleo del pintor palentino Antonio Guzmán Capel preside la estancia interior, donde nunca faltan flores y velas. La imagen de Capel presidirá hoy la ceremonia de canonización



http://www.nortecastilla.es/20091011/palencia/rafael-arnaiz-sube-altares-20091011.html.

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